
Shakira, una fusión de voz, caderas, intelecto y corazón
Cuando todo empezó, no creyeron en ella. Su vibrato era demasiado pronunciado y, según su profesor de música, cantaba como una cabra, así que no la recibieron en el coro del colegio. Pero para ella la música era una compulsión. No podía parar de cantar, de moverse, de escribir poemas. Y no necesitaba el coro para hacerlo. Sin siquiera contemplar la posibilidad de renunciar, siguió componiendo. A los ocho años escribió su primera canción y, desde ese momento, su padre empezó a llevar sus composiciones a la notaría para registrarlas y de esta manera asegurar que nadie fuera a robarlas. Él y su esposa, por el contrario, siempre creyeron en su hija, y lo hicieron con tanto fervor que su apoyo fue uno de esos trampolines que impulsó a la artista hasta las estrellas.
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